La San Silvestre

      Fue en mi tercer año de correr la San Silvestre, que al llegar en el km 7, me tuve que parar. Dos meses y medio atrás había tenido una operación de cierta envergadura, y aunque me sentía totalmente recuperada, se ve que ya no tenía la resistencia necesaria para acabar. Les dije a mis compis de carrera que se fueran corriendo y yo me paré, sin ganas de seguir. Me paré en plena cuesta, una cuesta que se me antojaba infernal en aquellos momentos. Tras unos segundos, se paró a mi lado una chica que venia corriendo. 
“Es dura la cuesta” – me dice. 
“No puedo más “ – le digo sofocada. 
“Puedes más” – me dice. “Ve mas despacio, pero no te pares”. “Mira, yo corro contigo”. 
Y se puso a mi lado y yo, empecé a trotar, más por vergüenza que por ganas. Trotamos juntas un rato, y no dejó de hablar, de decirme cosas para animarme... Cuando me vio mejor, me dejó, y siguió su carrera. Y con su animo y su empujón, acabé los3 km que me quedaban. Hoy, varios años mas tarde, subo corriendo la misma cuesta, con bastante velocidad y fuerza. Hoy, me acuerdo de aquella chica que, sin conocerme de nada, se paró a mi lado para animarme. Que bonito su gesto, qué inspirador… Hago la introspección sobre cuantas veces he dejado mi carrera, mi velocidad para situarme al lado de alguien quien lo necesitase. Y he aquí uno de mis propósitos para 2023: parar más, observar, acompañar a quien lo necesite. O, en las palabras de Gandhi: “Ser yo el cambio que quiero ver en el mundo!”.

Comentarios

Entradas populares