Mi camino hacia la felicidad. 3.

"Tu felicidad depende de la calidad de tus pensamientos”- Marco Aurelio

         Tengo esta suerte de tener una mente benévola conmigo (y con los demás también, para el caso). Me suele relatar con bastante agudeza la realidad, se anticipa oportunamente, tiene su ironía hacia mí, se burla, pero también anima, halaga por momentos, inculca razonabilidad, coherencia... No es victimista, no es negativa, ve el lado bueno en todas las cosas. Mi mente ha confiado en mi, y una y otra vez, basándose en sus datos históricos, me ha recordado, que todo va bien, que yo siempre lo consigo, que siempre he podido. No tiene un sesgo demasiado critico, quizás se parece a veces a mi madre cuando me avisa que tal o tal cosa no han sido perfectas… Ella y yo habíamos vivido en armonía hasta aquel año detonador de toda mi crisis existencial. Puede que haya sido consecuencia del cansancio, de las largas jornadas de trabajo bajo presión, de no dormir suficiente y sobre todo, consecuencia de la toxicidad de las palabras dichas en las discusiones y reproches con mi antigua pareja. No es que de repente se hubiese vuelto irracional (ella, la mente), o tonta, o dispuesta a creer todo lo que le contasen. Pero se debilitó respirando aire nocivo demasiado tiempo. Se mantenía relativamente fuerte por el día, y se veía vencida en la noche. Entró en un bucle de pensamiento obsesivo, repetitivo, que los momentos de fuerza y lucidez, ya no conseguían vencer. Me arrastró consigo en un mundo triste, de insatisfacción, de sufrimiento….
       Quizás esto fue lo mas difícil del camino. Y lo mas lento. Reconducir mi mente. Rescatarla de aquel lugar oscuro donde se había metido. Fue identificar los momentos en los que se iba por derroteros dañinos. Fue entender quién o qué había puesto allí estos patrones de pensamiento? Los miedos, la inseguridad, la negatividad? Inicié este diálogo interior, en el que le “pedía los papeles” a los pensamientos. “Tú de donde vienes?” “Qué me vienes a decir y que me aportas?” “En que te basas para soltarme todas estas cosas que me hacen daño?”. Empecé a descartar imágenes, recuerdos, dudas…que mi mente traía. Empecé a disociarme de los pensamientos. Ella (la mente) no era yo. Ellos (los pensamientos ) no eran yo….
        Aun hoy no sé si he conseguido fortalecer mi mente ante la adversidad durante estos meses tan duros, o simplemente, al salir de la adversidad, mi mente ha recuperado su tono habitual.
 
PS 1. 
Una lección aprendida es que hay que alejarse (sin dudarlo) de aquellas situaciones y personas que empeoran la calidad de tus pensamientos. La creencia que uno es lo suficientemente fuerte como para pasar por alto un ambiente dañino, ciertos comentarios, comparaciones, críticas….está equivocada a la larga y, sobre todo, cuando confluyen los signos de una crisis.

PS 2. 
El tono de la mente, como todas las cosas (según veo), requiere mantenimiento, es decir, no se puede dar por sentado. El consejo que me dio un cura, “Hay que remar todos los días”, aplica también en mantener una mente amable, una mente que te apoye. Finalmente, te va acompañar toda tu vida, cada hora, cada segundo, y puede ser tu mejor aliado y tu peor enemigo, según lo “mucho que remes”.

PS 3. 
Un método ampliamente recomendado para reducir los ruidos de la mente es la meditación, y estar presente en el aquí y el ahora. Yo no lo he conseguido de esta manera. Estaba demasiado cansada y alterada para estar en el aquí y el ahora. A mi me ha funcionado mejor la formula “poner amor en todo” que contaré más en adelante. 

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