Caminos mágicos - Monasterio de San Nectario

       No quiero parecer lo que no soy. Aunque esté en uno de los monasterios más adorados de la ortodoxia rumana, no quiero transformarme de repente, y mostrar una devoción que no siento. O no sé si siento. O, en todo caso, si la sintiera, no la haría visible hacia fuera. Es respeto hacia los verdaderamente devotos. Y hacia el propio santo... Respeto hacia mi misma, finalmente. No sé dónde estoy, y, por eso mismo, sería fácil que me llevara la primera ola. San Nectarie, Aeguina, los ortodoxos griegos (qué suenan tan puristas comparados con los nuestros), el budismo, el holismo, el hinduismo, la neurociencia, el estoicismo, las teorías transgeneracionales, …
       Me mantengo en el segundo plano, de pie, en la ultima fila de la pequeña iglesia antigua. Me acerco al santo en solitario y el sabe lo que digo. Y lo que le dejo. Allí se queda. Como decía uno de nuestros grandes: “Creo! Dios ayude a mi falta de fe!”. Y yo añadiría esos días: “Amo! Dios ayude a mi falta de amor!”
        Escribo desde mi habitación en el monasterio de Santo Nectarie, en de la isla Aeguina de Grecia. Compartimos habitación mi madre, mi prima, una chica serbia y yo. Viendo sus rezos, su ilusión, su fe … estoy tentada en ponerme de rodillas y rezar con fervor. El aire suave de Aeguina, la cercanía del mar, los naranjos llenos de frutos, la belleza del monasterio, el silencio, la pulcritud de las monjas…sería fácil enamorarse. Enamorarme locamente. Seguir con pasión esta fe. Mi fe. Pero no quiero enamorarme…quiero amar. No quiero una pasión fugaz, fruto de unas sensaciones seductoras. Quiero amor. Estable. Sano. Sólido. 
        Y San Nectarie….volveré…Te querré de nuevo, te buscaré de nuevo. Con fe renovada, o sin fe. Yo misma u otra yo. La yo que hoy, estando aquí, ha dado un paso a tu lado. Ευχαριστώ (Efharistó) por tanto.




Diciembre 2022

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