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Felicidad
Hay que reconocer la felicidad en cuanto se asome a tu
vida. En cuánto percibas su etérea presencia en la comisura de los labios. En
cuánto te hace sonreír. En cuanto te hace cantar de repente. En cuanto te saque
a bailar. Cuando la ves que se queda traviesa a pesar de las nubes grises. Hay que cogerla de la mano y mirarla
directamente a la cara. "Sé que eres tú. Te reconozco. Te recuerdo de otras
veces que te he visto. Hueles a frescura y azar. Sabes a capricho y a
suerte. Si no fueses tan frágil, te
daría un
abrazo apretado. Si no fueses tan efímera, te levantaría con mis
brazos hacia el cielo y vuelta. Pero me quedo quieta y te sonrío. Quizás te
quedes. Quizás solo estés de paso. Quizás solo vienes a pavonearte de tu
dulzura. Quizás pretendas llenar mi mente de futura melancolía. Quizás vienes a darme un capón por las veces
que, por miedo, te he ignorado. Ahora, sé bienvenida. Quitaré todo lo que hay
por medio, cosas ya sin importancia,
para dejarte el mayor espacio posible, y te quedes a tus anchas en mi
vida..."
.
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