Designados a ser



         Mi país tiene forma de ramo de flores. Así nos lo enseñaron en el cole. Un país mediano, centro-europeo, de origen geto-tracio, dacio y romano, con muchísimas riquezas, con mar, con picos altos de montaña, valles,  ríos, depresiones, bosques frondosos y multitud de lagos... 
      Lo  llevo conmigo a todas partes. Desde el mismo momento que puse el pie fuera del país, se dibujó una forma de ramo de flores en mi espalda y allá donde voy, la gente lo puede ver. Y a mucha honra, sin duda. Y a mucha responsabilidad también. Ya que no puedes tropezar sin que no tropiece todo tu pueblo contigo, ni tampoco puedes fallar sin que contigo fallen todos los  tuyos, y lo que hago, lo que veo, lo que digo...lo hacen, lo dicen y lo acostumbran ellos. Obvio e  implícito. Llevo la etiqueta en forma de ramo de flores, encima de mi espalda. Es lo primero que ven...lo primero que juzgan... Si alguna vez se me olvida, o pienso que soy como los demás, se encargan de recordármelo (como en el viejo dicho judío). Y como representante de mi pueblo, me hago cargo de todas las quejas que otros pueblos quieran transmitir al mío: más lo malo que lo bueno, más lo perdido que lo ganado, más lo triste que lo alegre, más lo deshonroso, que lo honrado.... Lo recojo, lo agradezco y noto como se hace más grande la forma de ramo de flores dibujada en mis hombros.   A mucha responsabilidad. Y más aún, a mucha honra.

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