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De viajes
Cuando me iba de viaje tenía que llevar arrastrando a
mi corazón. Tiraba de el con fuerza para que se pusiera en su sitio. Y él, que
no. Que se quería quedar contigo. Yo le enseñaba los paisajes, el mar, la
montaña, los países…Él seguía ausente y apático mirando atrás. Yo le hacía
bailar, reír, conocer gente maravillosa… Él me miraba desagradecido. Me
enfadaba, le daba dos gritos y le ignoraba. Él se cruzaba obstinado en mi
camino. Por las buenas, le decía que hay que vivir el momento. Hay que
dejar atrás, soltar, estar con quien que te quiere... Le administraba un poco de
oración, de gotas de Flores de Bach, de reiki, de yoga, de relajación…y al
final, parecía que iba encajándose en su sitio. Y yo, contenta y orgullosa, iba
presumiendo de corazón libre...
Luego volvíamos a casa.
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