Aquellos días de la revolución...

   
     No recuerdo con gran nitidez el día que cayó el comunismo en Rumania. Nosotros estábamos de vacaciones en la montaña, con mi madre. Mi padre estaba en Bucarest, trabajando. Llevaba varios días avisando a mi madre que algo pasaba. Pero no podía ser muy explícito, los teléfonos siempre se vigilaban. Supongo que había escuchado en "Europe Free Radio" (emisora de radio que emitía desde Alemania Occidental) que el 16 de diciembre habían empezado las revueltas de los estudiantes en Timisoara y que habían sido acalladas por la milicia comunista y los servicios de inteligencia rumanos. Estudiantes heridos, gente en la cárcel y declarado el estado de alerta. La revuelta se iba contagiando a todas las grandes ciudades...

     Nosotros no sabíamos nada de todo esto, ya que, claro está, en la tele no se decía nada. Íbamos a patinar todos los días y esperábamos con ansiedad que empezara a nevar, aquel año no había aun nieve suficiente para que abriesen las pistas.           
     Empezamos a ser consciente de todo cuando, viendo en la tele la típica manifestación pro patria (de las que se obligaba a los trabajadores a asistir con "entusiasmo"), estallaron abucheos y gritos contra Ceausescu y el partido. Se cortó la emisión y lo siguiente que vimos, horas más tarde, fueron unos alterados presentadores hablando sobre la libertad, sobre la revolución, la huida del dictador. Euforia general, unánime, en todas partes y en todos los medios. Gente llorando, abrazándose, riendo, bailando. Somos libres, somos libres! Nosotros estábamos más desconcertados que felices, no entendíamos todo lo ocurrido, ni su alcance, ni su implicación.

      Por la noche llegaron los terroristas. Un término que dijeron en la tele: no sé cuántos miles de tropas especiales, fieles al dictador estaban atacando los puntos de interés público, la misma televisión, parlamento, plazas de las ciudades, los trenes etc.
      En el hotel donde estábamos alojados nos preparamos de lucha. Ni hoy en día alcanzo a entender cómo se pudieron repartir armas a la población civil, sin control, ni identificación alguna.  Hicimos un plan de evacuación en caso de ataque que ensayamos todos. Las instrucciones eran claras:en caso de sonar la alarma del hotel, teníamos que ir a gatas por los pasillos hasta el sótano, que supuestamente estaba protegido en caso de incendio o disparo con armas. Una ratonera más bien, donde nos hubiesen pillado a todos de un solo movimiento. Para nosotros el ensayo fue altamente divertido, ver a los mayores ir a gatas por el hotel…. Pero cuando en plena noche sonó la alarma y nos tuvimos que desplazar a oscuras hacia el sótano, ya nadie tenía ganas de reír. Mi madre, aparte de nosotros, tenía a su cargo al hijo de unos amigos, un chaval de 17 años. Menudo disgusto se llevó la pobre aquella noche cuando, aparte de arrastrarse por los pasillos con nosotros, vio que el chico, ante el miedo de muchos hombres hechos y derechos, cogió una metralleta y se subió a lo más alto del hotel para disparar terroristas... Menos mal que no asomó ninguno, aunque el pánico en nuestro improvisado bunker se disparaba por momentos. A falta de noticias, cabía todo lo que la imaginación quisiese construir. Tirados en el suelo, sin poder dormir, oímos de todo: que les habían visto aterrizar en paracaídas, que bajaban por la ladera del monte, que a los hombres ya les habían aniquilado, que tenían ocupado el ala norte del  hotel, que estaban a punto de entrar…
       Mientras tanto, mi padre intentaba llegar a nosotros desde Bucarest. En aquellos momento de pánico, en Bucarest se disparaba, el ejercitó empezó disparando a los civiles y días más tarde pasaron del lado del pueblo, aparecieron aquellos misteriosos terroristas que nadie nunca identificó, ni supo de dónde venían quién les pagaba y adónde fueron. Solo se conocieron los muertos, la gente joven que, como nuestro amigo de 17 años, defendía con valentía la libertad. El transporte iba con dificultad, y mi padre tuvo que pedir prestado un coche para subir el puerto de montaña. Siempre nos cuenta que mientras conducía les siguió un coche misterioso con dos individuos dentro. Esperaban el disparo de un momento a otro y con esta sensación en la nuca pasaron los 40 minutos de mayor miedo de su vida. 
        Al final llegaron (los dos y su coche desaparecieron por un camino secundario) y, cuál fue su sorpresa, de encontrar nuestro hotel vacío y cerrado. Nos habían transferido a un hotel más central y más fácil de defender. Íbamos con nuestras maletas y una contraseña que había que dar a la entrada en el hotel. Para que no se colaran terroristas, dijeron….En el hotel grande nos sentimos mucho más seguros y el miedo se mezclaba con bromas, con chanzas. De alguna parte surgió la idea que los terroristas eran árabes y, como había algunos alojados en el hotel, la gente se lo tomó con ellos. Tan absurdas, injustas y crueles fueron las cosas. Aquella noche nos despertamos con el ruido ensordecedor de la metralleta. Nos tumbamos al suelo debajo de la cama y mis padres se pusieron por delante para taparnos con sus cuerpos. Recuerdo que lo único que quería es que parasen los disparos, no oírlos más. Después, todo se tranquilizó y el día siguiente emprendimos camino hacia Bucarest. Allí se oían los disparos desde nuestra casa, sobre todo por la noche cuando había silencio, no sé cuántos conseguían dormir…
      Considérese esto solo una narración más, ya que juzgar, lo han juzgado muchos y mucho se ha escrito sobre lo ocurrido en aquellos días. Mirando atrás, me asombra como el miedo, el pánico o la esperanza afecta nuestros comportamientos, nuestro buen juicio y el sentido común...hasta el punto de morirnos/de ahogarnos sin que nadie nos hubiera agredido o, por el contrario, hacernos inmortales ante balas de verdad….

Algunos datos:
El 16 de diciembre empezó la revuelta popular anti régimen en Timisoara
El 17 de diciembre se unieron nuevos manifestantes tomaron la sede del Comité del Distrito del Partido de Timisoara
El 18 de diciembre se declara la ley marcial en Timisoara y se dispara en los manifestantes, se registran los primeros muertos.
El 19 de diciembre: Desafiando la ley marcial, la gente sale masivamente a manifestarse en las calles pidiendo la renuncia de Ceausesccu
El 21 de diciembre el gobierno rumano envía varios trenes de obreros de otras regiones de Rumania para atacar a los que definieron como hooligans que perturbaban el orden público. Les armaron con garrotes e instigaron a atacar la manifestación. Los obreros, sin embargo, se pusieron del lado de los manifestantes.
Las protestas se contagiaron a otras ciudades: Sibiu, Brasov, Arad, Targu Mures
El mismo 21 de diciembre empieza la revuelta en Bucarest, los manifestantes ocuparon todo el centro de Bucarest. La multitud fue atacada por francotiradores apostados en varios edificios en la ciudad, y cercada en las calles por vehículos blindados y tanquetas. Hubo una gran cantidad de muertos por los ataques contra los civiles, incluidos periodistas que cubrían los sucesos en Bucarest. Los agentes antidisturbios atacaron a los manifestantes con chorros de agua, y luego la policías arrestó a algunas personas, a las que sometieron a golpes
El 22 de diciembre tras el suicidio del Ministro de Defensa Rumano, el nuevo ministro retira el ejercito de las calles y se niega a seguir la orden de represión de Ceausescu. A partir de este momento el éxito de la revolución fue una realidad aunque la lucha en la calle continuó hasta el 25, incrementando aún más la lista de victimas
El 25 de diciembre de 1989, Nicolae y Elena Ceausescu fueron juzgados y condenados a muerte. Días mas tarde se abolía la pena de muerte en Rumania.






Comentarios

Entradas populares